Estas son las secuelas de los niños víctimas del conflicto
Muchos tienen problemas de comunicación, concentración y memoria y aprendizaje.
Por:
DEICY JOHANA PAREJA M.
|
Los niños del campo son las
principales víctimas de un conflicto armado, que ya lleva más de
En medio de un enfrentamiento entre
guerrilleros y paramilitares, los habitantes de Bojayá (Chocó) se
refugiaron con sus hijos en la iglesia, el único lugar que creían
seguro, pero las Farc lanzaron allí un cilindro bomba que dejó 119
muertos, de esos, 48 niños.
Entre los sobrevivientes hallaron a Juan*, de 7 años, a quien sus padres creyeron muerto. “Quedó tendido entre los cadáveres y amaneció abandonado en el templo”, narró su padre.
El 3 de mayo, un día después de la masacre, Juan fue rescatado
inconsciente por unos sacerdotes. “Ese muchacho ahora se está
deschavetando (enloqueciendo). Está muy mal por el ‘estartazo’ (golpe)
que recibió”, agregó.
Este testimonio, tomado del capítulo ‘La inocencia interrumpida’, del
informe Basta Ya, del Centro Nacional de Memoria Histórica, es solo un
ejemplo de las cicatrices que deja la guerra en los niños.
El conflicto, que lleva más de 50 años, ha dejado en el país 2.350.528 menores de edad víctimas, de los cuales 445.554 son de Antioquia, según el Registro Único. Muchos han sido testigos de masacres, del asesinato de sus padres, de la tortura de sus familiares y de la muerte de sus amigos de juego.
Otros han sido esclavos sexuales, así como obligados a disparar un fusil, a transportar armas, a fabricar y sembrar explosivos.
No se sabe cuántos menores de edad hay en las filas de los grupos armados, pero la cifra de los desvinculados muestran un panorama. Entre noviembre de 1999 y marzo de 2016, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) atendió a 5.969 niños que sobrevivieron al reclutamiento en el país, de los cuales, 438 son de Antioquia.
La directora del ICBF del departamento, Luisa Marina Ballesteros, contó que las cifras muestran que Antioquia es la región donde más los reclutan, pero también donde hay más huérfanos del conflicto. El ICBF ha atendido a 526 niños, a quienes les asesinaron o desaparecieron sus padres.
Precisamente, el informe de Basta Ya muestra que los huérfanos por hechos del conflicto armado “vieron afectadas las bases de su desarrollo psicológico, ya sea por la débil confianza en el medio en el que crecen, o por la ausencia de seguridad y protección en sus hogares.
Mientras que los menores que presencian masacres, tienen problemas de comunicación, concentración, memoria y aprendizaje, así como insomnio, agresividad e hiperactividad.
El Centro de Memoria Histórica también revela que muchos tienen marcas permanentes en sus cuerpos, por causa de la amputación de miembros por minas antipersonal, o abuso sexual y tortura.
El análisis de Basta Ya, además muestra el miedo intenso, la alteración del sueño, la apatía, la rebeldía, la rabia y los sentimientos de venganza en los niños afectados por el conflicto. “Los hijos de secuestradas vivieron esta experiencia como una tortura psicológica, los de desaparecidos, no solo afrontaron la ausencia física, sino la falta de respuestas, explicaciones y certezas por parte los adultos”, detalla el estudio.
Para que los pequeños superen esas secuelas, la Unidad de Víctimas les brinda apoyo psicológico, explicó María Eugenia Morales, directora nacional de reparación. “Los profesionales construyen con ellos nuevos imaginarios para superar el horror de la guerra. Les ofrecemos rehabilitación y recuperación emocional a través de juegos, cuentos y lúdica, que les permita tener espacios de confianza”, contó.
En esas actividades, participan tanto pequeños que vivieron en carne propia el hecho como los que son hijos de víctimas, e incluso, los que nacieron, producto de una violación sexual en medio del conflicto armado.
Los niños hacen dibujos, pinturas y relatos, en los que reflejan lo que piensan. Casi siempre, en esos ejercicios, plasman todo el dolor y el sufrimiento que vivieron, esos instantes que los marcó, que les arrebató algo de su vida.
En los juegos con otros niños, hablan de lo que les pasó, sus dudas, rabias y miedos. “Los psicólogos acompañan estas jornadas para complementar sus reacciones, para hablar con ellos y para que reconozcan sus derechos”, concluyó Morales.
DEICY JOHANA PAREJA M.
Redactor de EL TIEMPO
MEDELLÍN
Entre los sobrevivientes hallaron a Juan*, de 7 años, a quien sus padres creyeron muerto. “Quedó tendido entre los cadáveres y amaneció abandonado en el templo”, narró su padre.
El conflicto, que lleva más de 50 años, ha dejado en el país 2.350.528 menores de edad víctimas, de los cuales 445.554 son de Antioquia, según el Registro Único. Muchos han sido testigos de masacres, del asesinato de sus padres, de la tortura de sus familiares y de la muerte de sus amigos de juego.
Otros han sido esclavos sexuales, así como obligados a disparar un fusil, a transportar armas, a fabricar y sembrar explosivos.
No se sabe cuántos menores de edad hay en las filas de los grupos armados, pero la cifra de los desvinculados muestran un panorama. Entre noviembre de 1999 y marzo de 2016, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) atendió a 5.969 niños que sobrevivieron al reclutamiento en el país, de los cuales, 438 son de Antioquia.
La directora del ICBF del departamento, Luisa Marina Ballesteros, contó que las cifras muestran que Antioquia es la región donde más los reclutan, pero también donde hay más huérfanos del conflicto. El ICBF ha atendido a 526 niños, a quienes les asesinaron o desaparecieron sus padres.
Precisamente, el informe de Basta Ya muestra que los huérfanos por hechos del conflicto armado “vieron afectadas las bases de su desarrollo psicológico, ya sea por la débil confianza en el medio en el que crecen, o por la ausencia de seguridad y protección en sus hogares.
Mientras que los menores que presencian masacres, tienen problemas de comunicación, concentración, memoria y aprendizaje, así como insomnio, agresividad e hiperactividad.
El Centro de Memoria Histórica también revela que muchos tienen marcas permanentes en sus cuerpos, por causa de la amputación de miembros por minas antipersonal, o abuso sexual y tortura.
El análisis de Basta Ya, además muestra el miedo intenso, la alteración del sueño, la apatía, la rebeldía, la rabia y los sentimientos de venganza en los niños afectados por el conflicto. “Los hijos de secuestradas vivieron esta experiencia como una tortura psicológica, los de desaparecidos, no solo afrontaron la ausencia física, sino la falta de respuestas, explicaciones y certezas por parte los adultos”, detalla el estudio.
Para que los pequeños superen esas secuelas, la Unidad de Víctimas les brinda apoyo psicológico, explicó María Eugenia Morales, directora nacional de reparación. “Los profesionales construyen con ellos nuevos imaginarios para superar el horror de la guerra. Les ofrecemos rehabilitación y recuperación emocional a través de juegos, cuentos y lúdica, que les permita tener espacios de confianza”, contó.
En esas actividades, participan tanto pequeños que vivieron en carne propia el hecho como los que son hijos de víctimas, e incluso, los que nacieron, producto de una violación sexual en medio del conflicto armado.
Los niños hacen dibujos, pinturas y relatos, en los que reflejan lo que piensan. Casi siempre, en esos ejercicios, plasman todo el dolor y el sufrimiento que vivieron, esos instantes que los marcó, que les arrebató algo de su vida.
En los juegos con otros niños, hablan de lo que les pasó, sus dudas, rabias y miedos. “Los psicólogos acompañan estas jornadas para complementar sus reacciones, para hablar con ellos y para que reconozcan sus derechos”, concluyó Morales.
DEICY JOHANA PAREJA M.
Redactor de EL TIEMPO
MEDELLÍN
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